Agosto comienza con la Semana Mundial de la Lactancia Materna, donde año a año, elegimos estos días para visibilizar, promover y difundir la lactancia en sí misma, pero también el derecho de cada mujer y cada familia a poder recibir apoyo y asesoría para poder iniciar y mantener esta forma de alimento, que es mucho más que alimento. Estamos convencidas que dar la teta es una elección y así como sucede en el proceso del nacimiento, vemos demasiada intervención de factores ajenos a la fisiología del proceso y que muchas veces entorpecen la instalación de la lactancia en la primer hora de vida o su mantenimiento en forma exclusiva durante los 6 primeros meses como se recomienda. El tipo de alimentación que recibe el niño o niña desde el nacimiento es esencial, así como también la forma en la que se den las primeras interacciones entre madre, padre o referente afectivo que esté allí presente con el o la bebé. Es nutrición de todo tipo: alimento sabio y poderoso acorde a todo lo que necesita, cascada hormonal y mamífera, que promueve el apego a través de la contención en los brazos, el calor, cercanía al cuerpo que le dio refugio. Los y las bebés necesitan esa interacción, es clave para la transición suave y cálida que merece todo recién nacido/a.
La leche humana es un alimento completo y vivo que se adapta a las necesidades del recién nacido/a y que, además de nutrientes, aporta componentes inmunológicos, oligosacáridos, bacterias que van a nutrir y modular la composición de la microbiota intestinal, favoreciendo a su vez el desarrollo del tracto gastrointestinal y del sistema inmune. Cuando un/a bebé toma la teta, queda en contacto íntimo con el corazón de su mamá, sentirá el latido e incluso la vibración del compás que fue su música más familiar y conocida. Reconocer la cadencia de ese LATIR le ayuda a comprender e identificar que de este lado de la piel, sigue estando en un lugar seguro y conocido.